Falta potenciar una pieza clave contra el coronavirus: la Primaria



Juan tiene 80 años y vive con su mujer. Ambos son dependientes, y hacen turnos para cuidarlos sus tres hijos y otras dos cuidadoras. Marta, la hija, se muestra preocupada, porque su padre empezó con una especie de resfriado y se le ha bajado al pecho. Por teléfono, le dicen que tome paracetamol. Llama a emergencias para solicitar la prueba del coronavirus, pero ya le dicen que eso no es tan fácil. A estas alturas, todos sabemos que no hay pruebas ni material de protección, pero se podría hacer un diagnóstico clínico, dar unas pautas de aislamiento para que Juan no contagie el coronavirus a su mujer ni a sus cuidadores, vigilar por si hay que derivarlo al hospital…

La residencia “Las Margaritas” cuenta con 78 internos, entre encamados e independientes. Desde que empezó la alerta está cerrada a cal y canto, no se permiten visitas, pero ya hay 10 internos que presentan síntomas. Es más, la plantilla está reducida a la mitad -hay varias bajas- y no da a basto. Toñi, la auxiliar más veterana, ha ido a trabajar con febrícula sin decírselo a nadie, pero piensa -mal pensado- que no puede dejar tiradas a sus compañeras. Llamaron a los servicios sanitarios hace 8 días, pero solo les dijeron que les vigilaran, les dieran paracetamol, intentaran aislarlos… Su médico de primaria podría diagnosticar a los posibles casos, dar órdenes para aislarles, poner en otra zona a los contactos, dar instrucciones para compartimentar la residencia, pero no tiene esa orden. Desde el principio de la pandemia, la estrategia del COVID-19 se ha centrado casi exclusivamente en los servicios de emergencias y hospitales.

Pero una perspectiva de emergencias es impotente para parar el golpe a nivel comunitario. Soy farmacéutico de hospital desde 2004, y antes estuve 7 años en Atención Primaria. Hablo con compañeros y a muchos nos parece que falta esa pieza clave para un enfoque integral de salud pública en el control de la pandemia: potenciar el papel de la Atención Primaria. Fue un aviso a voces desde Italia en el New England J Med: es imposible controlar esto sin una perspectiva de la salud pública, y en España tenemos medios. Insistió también en su blog Sergio Minué, que conoce en profundidad los recursos sanitarios y concretó la necesidad de potenciar la Atención Primaria. Ya lo había explicado también antes en su blog: sin la Primaria no habrá éxito en esta lucha.



La Atención Primaria de Salud podría controlar muy estrechamente los puntos negros de esta enfermedad, que son las residencias de ancianos. Más de 3.000 fallecidos por coronavirus, un 30% de los registrados a 2 de Abril, eran ancianos internos en residencias. Necesitan seguimiento, instrucciones y decisiones de derivación al hospital. Incluso en zonas sin tanta saturación, cuando se les quiere ingresar ya es tarde. Además, las residencias sociosanitarias, públicas y privadas, necesitan ayuda con su personal; desde servicios sociales u otras instancias es preciso supervisarlas, apoyarlas buscar soluciones, compartimentarlas, explicar a sus profesionales que nadie puede ir a trabajar con síntomas y enseñarles a protegerse. Están muy sobrepasados, y solos.

El 24 de Marzo se dieron desde el Ministerio instrucciones precisas para la atención sanitaria a las residencias y centros sociosanitarios. Pero una norma sirve de poco si a la vez no se arbitra quién va a implementarla y cómo. Falta emplear decididamente la Atención Primaria, instruyendo y dedicando médicos y enfermeras a esta ardua pero utilísima labor de diagnosticar, informar, aislar, hacer seguimiento y derivar, tanto en residencias como en los domicilios que se prioricen. Con esto, la Primaria no debería estar menos saturada que los hospitales y nuestros mayores estarían mejor atendidos, vigilados y tratados. Después de toda una vida de trabajo y dedicación, no se merecen menos.

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