Aborto y suicidio

El pasado mes de diciembre, la revista The Lancet Psychiatry publicó una investigación de Steinberg et al. sobre la relación entre el aborto y los intentos de suicidio. Varios estudios previos muestran un aumento de los suicidios en mujeres que han abortado, en comparación con mujeres que han dado a luz a sus hijos. Sin embargo, es verdad que el aumento podría estar relacionado con factores de confusión, ya que las mujeres que abortan podrían tener características diferenciales con la población global de embarazadas que dan a luz. El artículo de Steinberg estudia los intentos fallidos de suicidio y usa un diseño que ajusta posibles factores de confusión. Lo que encuentra es que, efectivamente, las mujeres que abortan por primera vez tienen un riesgo mucho mayor de intento de suicidio que el resto de mujeres, pero este riesgo es similar antes y después de haber abortado. Solo empieza a descender 5 años tras el aborto. Con esto, Steinberg et al. concluyen que no hay relación entre aborto y suicidio y que las políticas que así lo consideren están equivocadas.

En una lectura atenta del trabajo llama la atención, en primer lugar, el planteamiento de la introducción, directamente enfocada a las políticas acerca del aborto en los Estados Unidos. Esto produce extrañeza en un artículo científico, pues parece que la investigación está dirigida desde una determinada perspectiva ideológica, para quitar argumentos a la opinión contraria. en cambio

Luego, en la exposición de la literatura previa, se omiten pruebas relevantes en favor de la relación entre aborto y suicidio, como es el estudio de Gissler et al., que mostró, con datos del registro de Finlandia, una diferencia significativa entre los suicidios (consumados) en el primer año tras el embarazo en mujeres que han abortado frente a las que han dado a luz a sus hijos (31,9 vs. 5,0 por cada 100.000 embarazos; p < 0,001.La incidencia anual de tentativa de suicidio encontrada por Steinberg et al. en mujeres que han abortado es de un 8,63 por mil anual; los suicidios consumados extraídos del estudio Finlandés eran de un 0,32 por mil, lo que supone una relación de 1 a 27 entre los dos estudios. Esto es esperable, similar a la tasa de fatalidad de los intentos de suicidio en mujeres (1 de cada 30) encontrada en estudios específicos. Sin embargo, pone de manifiesto el problema de referirse a los intentos no fatales cuando lo que se quiere determinar es si el aborto es causa de suicidio: los intentos autolíticos están por desgracia muy presentes incluso en la población general (2 por mil anual en el estudio de Steinberg); los suicidios consumados son solamente una pequeña parte de ellos (un 3%), existen en la población general probablemente con una pléyade de causas, y medir exclusivamente intentos no fatales podría estar diluyendo y enmascarando los suicidios consumados relacionados específicamente con el aborto.

El artículo referido presenta en realidad los resultados de dos estudios diferentes con diverso diseño: un estudio de cohortes y un estudio descriptivo antes/después. El estudio de cohortes compara los intentos de suicidio fallidos en mujeres que abortaron frente a las que no abortaron. Es muy interesante un estudio así realizando ajustes por covariables, porque efectivamente, cabe la posibilidad de que las mujeres que han abortado tiendan a presentar más otras características no relacionadas con el aborto que aumente su riesgo autolítico. Sin embargo, el grupo control está formado simplemente por mujeres que no han abortado, la mayoría de las cuales obviamente ni siquiera estuvieron embarazadas. Esto hace que el grupo estudiado se diferencia del control no solo en el hecho de haber abortado, sino en el propio hecho de haberse quedado embarazadas.

Los resultados del estudio son muy sorprendentes, porque estas mujeres siguieron mostrando una elevada asociación (OR 2,46) entre el intento autolítico fallido y el haber tenido un embarazo que acabó en aborto, a pesar de que el estudio ajustó numerosos factores de riesgo como haber tenido contacto con servicios psiquiátricos, medicación para problemas psíquicos, comorbilidades, salud mental de los padres y status socioeconómico. Se muestra una población de mujeres con elevado riesgo autolítico y a la vez con elevado riesgo de embarazo inesperado y aborto.

Por su parte, el estudio descriptivo antes/después muestra que esta población de elevado riesgo de autolisis no consumada lo tenía antes y después del embarazo que acabó en aborto, y que los intentos no consumados no aumentan en el año posterior al aborto. Sí se observa un hecho adicional: la relación entre el aborto y el suicidio se reduce cuando pasan los años tras el aborto. En estas mujeres con elevado riesgo autolítico previo, el estudio descarta un efecto aún mayor del aborto en los intentos fallidos, pero eso no descarta que pueda haber un aumento en los intentos consumados, que son muchos menos y no necesariamente por las mismas causas. ¿Habría las mismas muertes por suicidio si esas mujeres hubieran dado a luz a sus hijos? Esta es la pregunta que el estudio no puede responder. Sin embargo, en las conclusiones, se niega categóricamente la relación entre aborto y suicidio, olvidando la importante limitación de que la investigación estaba solamente referida a intentos no consumados.


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