Preventivismo excesivo contra una pandemia en remisión




No me cuadra lo que está ocurriendo ya con la gestión política de esta pandemia. Me explico. Sé que esta pandemia es muy peligrosa, y creo que la vacuna es un enorme logro que está reduciendo mucho las hospitalizaciones y muertes. Conozco los datos y la alta efectividad de la vacuna. Sin embargo, gracias a la vacuna y a la menor virulencia de la variante ómicron, la enfermedad ya no es lo que era en 2020. Hay muchos contagios pero muy pocas muertes en proporción. 

¿Qué sentido tiene ya mantener el miedo, la mascarilla obligatoria por la calle,
el freno a la hostelería, etc.? Cuando precisamente los gobiernos se supone que deberían estar preocupados por reactivar la economía, parece que les cuesta salir de la mentalidad de una pandemia que ya no es lo que era.

Se gastan millones en vacunación de niños y en terceras dosis para personas sanas que sí, algo hacen, pero con dos dosis no hay menos protección contra enfermedad grave y muerte, que es lo que importa (ver la tabla de protección de dos dosis vs. tres para enfermedad grave, en la segunda tabla de abajo, columnas de la derecha). ¿Tantas vacunas para prevenir enfermedades leves? No acabo de.entender tanta insistencia.



Y sí, las vacunas protegen frente al contagiar a otros, pero no mas de un 50% aproximadamente (puede que menos con la variente ómicron), y el impacto  de impedir a los no vacunados entrar en restaurantes, etc., sobre la epidemiología de la pandemia es más que dudoso.  Teniendo en cuenta que en España ya la mayoría nos hemos vacunado y el riesgo de padecer enfermedad grave o muerte es mucho menor, no entiendo el interés de restringir derechos fundamentales exigiendo un "pasaporte Covid-19". Entiendo, sí, que se exija la vacunación a quienes atiendan de forma cercana a personas de riesgo, como sanitarios o cuidadores, pero que lo exijan para viajar o entrar en un hotel, o asistir a una comida en un restaurante no lo entiendo. Ni la medida parece efectiva, ni -sobre todo- la situación parece tan grave como para eso. ¿Sin una justificación grave ni una efectividad cierta de la medida, se restringen derechos fundamentales? ¿Cuál será el próximo?
 
Me parece contraria a la ética y al estado de derecho la estigmatización de los no vacunados. Tengo claro que quien no se vacuna es movido por desinformaciones de las que algunos malos sanitarios son culpables. No se puede actuar contra ellos -por desgracia-, pero menos contra quienes son así engañados, que son las principales víctimas. Y no se puede obligar a la gente a inyectarse lo que ellos ven como un producto inseguro. La vacunación debe basarse en la confianza, no en la imposición.
 
En cuanto a las mascarillas por la calle, es una medida ya inútil y desproporcionada. Me siento un idiota y un borrego cumpliendo esa norma, la verdad, como si fuéramos niños tutelados por un estado todopoderoso. En general, me preocupa -ya más que la pandemia- el poder sobre nuestras vidas que le estamos cediendo al estado, de forma injustificada. Esto empieza a tener una deriva totalitaria. Además, me escama tanto gasto y freno a la economía y a la vida social por parte de políticos que debían estar preocupados en restablecerlas, me hace pensar en intereses de otra índole que no puedo entender.

No entiendo tampoco tanto interés de los medios por seguir asustando a la gente hablando de contagios masivos, y no de las muertes, que son muy escasas. Ya no es como hace un año, gracias a la vacuna. Constato que hay personas que se tragan todo eso sin ponerlo en su justo punto, y llevan dos años aterrorizados. Otros países como Alemania o EEUU tienen un problema por no haberse vacunado cerca de la mitad de su población adulta, nosotros no. España está desperdiciando esa ventaja que nos ha facilitado el sentido común de nuestros ciudadanos, que no se han dejado engañar por desaprensivos y se han vacunado en su mayoría, también sin duda por el recuerdo del durísimo golpe que la pandemia nos dio en 2020.

Hay otras enfermedades, y la gente se muere también de otras cosas. El aislamiento, el miedo y la falta de contacto no son inocuos psicológicamente, y menos para los niños, los ancianos y los más débiles. Es más, el retraso de diagnósticos de otras enfermedades por mantener una tensión hiperprotectora frente a la Covid-19 puede costar más vidas que la propia pandemia. No quiero decir que esto se haya acabado y que no haya que seguir teniendeo cuidado, pero en todo hay una medida y un equilibrio adecuado, y creo que con los pasaportes Covid-19, las noticias catastrofistas y las mascarillas por la calle, en España ya nos estamos pasando.

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